No estoy seguro de si este ejemplo que os traigo constituya una epífora:
Cuando supe toda la verdad, señora,
ya era tarde para echar atrás, señora,
yo era parte de su vida, y él
mi sombra.
Cuando supe que existía usted, señora,
ya mi mundo era solo él, señora,
ya llevaba dentro de mi ser
su aroma.
Y os digo por qué: se trata de un vocativo de naturaleza extraoracional, esto es, no guarda relación sintáctica con el resto de los materiales; se articula entre pausas; podría constituir una unidad métrica independiente (un trisílabo, como mi sombra y su aroma, frente al resto de versos, decasílabos agudos); rima de acuerdo a un patrón propio (con los mencionados trisílabos que cierran cada estrofa), frente a los decasílabos, que riman entre sí.
Entiendo que la epífora (al igual que la anáfora) se tiene que dar sobre elementos más imbricados sintácticamente en el discurso. Por ejemplo, en otro momento de la canción de Rocío Jurado sí encontramos una anáfora que parece más clara (aunque el encabalgamiento, el fraseo y el contorno melódico vayan cada uno por su lado):
Él me dijo que era libre
como el mismo aire, que era libre
como las palomas, que era libre...
y yo lo creí.
De cualquier forma, vemos que hay un juego constructivo a través de la repetición de elementos: al final de las unidades, en las estrofas, y al principio de las mismas, en el estribillo. Al margen de que nos gusten más o menos, tiene su interés analizar estas tonadillas y canciones folklóricas por la cantidad de recursos lingüísticos que utilizan en aras de una mayor expresividad (pienso por ejemplo también en las letras de Luis Alberto de Cuenca para la Orquesta Mondragón).
¿Os parece a los demás compañeros que podríamos hablar libremente de epífora en el primero de los casos?